En un reino muy lejano, vivía una pequeña princesa llamada Victoria. Tenía solo 6 años y era la niña más curiosa y valiente del castillo. Le encantaba explorar los jardines, trepar a los árboles y jugar con los animales del establo.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano al castillo, Victoria se encontró con un ogro. Pero este ogro no era como los de los cuentos que le habían contado. Se llamaba Asier y tenía 10 años. En lugar de ser un monstruo gruñón y feo, Asier era tímido y le encantaban los libros.
Al principio, Victoria tuvo miedo. Pero Asier la tranquilizó con su voz suave y le ofreció una manzana de su huerto. Descubrieron que tenían muchas cosas en común: ambos amaban los animales, les gustaba leer y soñaban con aventuras.
Desde ese día, Victoria y Asier se convirtieron en los mejores amigos. Juntos exploraban el bosque, inventaban historias y se reían a carcajadas. Asier le enseñó a Victoria a reconocer las huellas de los animales y a construir refugios secretos. Victoria, a su vez, le enseñó a leer y a jugar a las princesas.
El rey y la reina, al principio preocupados por la amistad de su hija con un ogro, terminaron por aceptarla al ver lo felices que eran juntos. Asier se convirtió en un visitante habitual del castillo y todos lo querían mucho.
Un día, un malvado mago quiso conquistar el reino. El rey y la reina estaban muy preocupados, pero Victoria y Asier no tenían miedo. Juntos idearon un plan para vencer al mago. Victoria utilizó su inteligencia para descifrar los hechizos del mago, mientras que Asier, con su fuerza, lo enfrentó en un duelo.
Gracias a su valentía y amistad, lograron salvar el reino. Y así, Victoria y Asier demostraron que la amistad puede vencer cualquier mal y que los ogros también pueden ser héroes.
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